El ciclo de vida del cabello se regula por tres fases: anágena (crecimiento), catágena (transición) y telógena (reposo). Cuando este equilibrio se altera, puede producirse una caída temporal más intensa. Entre las causas más comunes se encuentran el estrés físico y mental, los desequilibrios hormonales, los cambios estacionales, las dietas pobres en nutrientes y el uso de tratamientos inadecuados para las necesidades del cabello.
La caída del cabello por estrés, por ejemplo, es una de las formas más comunes y reconocibles: el estrés favorece la producción de radicales libres y cortisol, sustancias que debilitan el folículo piloso y ralentizan el crecimiento. Se manifiesta con una pérdida difusa e inesperada, que puede durar desde algunas semanas hasta varios meses.
Durante la menopausia, los cambios hormonales afectan la densidad y la resistencia del cabello. La reducción de estrógenos influye en el ciclo folicular, haciendo que el cabello se vuelva más fino y frágil. En este caso, saber cómo actuar frente a la caída del cabello durante la menopausia implica elegir tratamientos equilibrantes y fortalecedores, capaces de nutrir la fibra sin sobrecargarla.