Por término medio, el cabello está compuesto por un 80% de proteínas, en particular de queratina, un polímero proteico compacto, fuerte, duro y elástico. Si seccionáramos un cabello, veríamos que tiene tres capas concéntricas, de fuera a dentro; la cutícula, la corteza (la capa más gruesa) y la médula. La cutícula está formada por varias capas de células queratinizadas superpuestas, mientras que la corteza está formada por células queratinizadas fusiformes separadas entre sí por una sustancia rica en aminoácidos (los componentes básicos de las proteínas). En la médula la presencia de queratina es menos significativa.
Mientras que la cutícula es responsable de las características superficiales de un cabello -brillo, textura, peinabilidad y cierta resistencia química-, el córtex es responsable de sus propiedades "estructurales", es decir, de la fuerza y la elasticidad interna.
Al estar completamente expuesta, la queratina de la cutícula es la primera en dañarse: por ejemplo, puede desintegrarse si se cepilla con demasiada fuerza. Por otro lado, los tratamientos químicos habituales que se utilizan en los salones de belleza para cambiar o refrescar su aspecto alteran la estructura del cabello, afectando tanto a la cutícula como al córtex. Esto es completamente normal, y para minimizar sus efectos adversos, se recomienda utilizar productos de calidad, confiar en los profesionales y reconstruir el cabello con productos específicos a base de queratina.